El sacerdote de EEUU que bendijo la bomba atómica poco antes de ser lanzada y destruir por completo toda una ciudad

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Era el 6 de agosto de 1945 el superbombardero estadounidense "Enola Gay" dejo caer sobre Hiroshima la bomba atomica. "Little boy" (muchachito) acabo  en un instante con la vida de 140.000 personas. Tres dias despues "Fat Man" (El Gordo), un artefacto todavia mas potente, cayo sobre Nagasaki matando a otros 70.000 civiles. 

El ser humano habia dado con el arma que ponia en peligro a la civilizacion. Fue entonces cuando el 15 de agosto el emperador Hiroito anuncio a su pueblo la rendicion incondicional de Japon, la segunda guerra mundial habia terminado.




George Zabelka el sacerdote que bendijo la bomba atomica tenia por entonces treinta años. Al igual que otros tantos, este joven idealista de origen austriaco se habia alistado dos años antes ansioso por demostrar que podia contribuir a la defensa de Estados Unidos. 

Su mision no era combatir, sino cubrir las necesidades espirituales del Grupo 509, la unidad de las Fuerzas Armadas creada en 1944 con la unica mision de arrojar los artilugios atomicos sobre Japon. Era el capellan de las bombas y de casi dos mil hombres que formaban aquel equipo, los consideraba sus hijos.

Como la mayoria de religiosos que formaban parte del Ejercito, Zabelka no veia ningun dilema moral en que un sacerdote animara el combate. Ya que sus superiores no tenian la mas minima duda al respecto. El propio cardenal arzobispo de Nueva York lo habia confirmado hacia el final de la guerra en una multitudinaria misa oficiada en la base de la isla de Tinian, el lugar de donde partian gigantescos bombarderos para arrasar Japon. Debian continuar luchando por la libertad y la justicia pues se trataba de una "guerra justa" si bien se dedicaban a matar y combatir pero eso no le impresionaba. El creia que eso estaba perfectamente bien.

Al principio ni siquiera las bombas atomicas resquebrajaron su fidelidad a la causa solo fue un "¡Por Dios es horrible!" pero esto pondra fin a la guerra ya que por fin los muchachos regresarian a casa se justificaba el joven sacerdote. El trabajo del sacerdote consistia en que los hombres no tuvieran la menor duda acerca de lo que estaban haciendo y la mayoria no las tuvo ni siquiera pasados los años. 

Paul Tibbets
Paul Tibbets piloto del "Enola Gay", nunca mostro el mas minimo arrepentimiento tras aquella devastacion. Incluso participo en una recreacion del lanzamiento de la bomba que tuvo lugar en Texas en 1976 ante 40,000 espectadores "Cuando tienes un trabajo que hacer, simplemente lo haces" resumio Morris Jeppson.




Las convicciones del padre Zabelka comenzaron a tambalearse cuando supo que Nagasaki era una ciudad mayoritariamente católica. De hecho, tenía su propia catedral, que quedó reducida a cenizas por la explosión. Sus muchachos católicos habían matado a miles de correligionarios. Después del ataque, Zabelka pudo hablar con los supervivientes y visitar los hospitales donde agonizaban niños inocentes. Muchos de ellos permanecían en silencio, callados por completo, sin moverse, muriendo, observó consternado. 



En lugar de regresar a Estados Unidos, el atormentado sacerdote decidió quedarse en el norte de Japón trabajando como capellán. Cuando finalmente regresó a casa, nadie quería hablar de la guerra. Las atrocidades cometidas en Corea y Vietnam le convencieron todavía más de su error. Su fe cristiana era incompatible con la guerra. Fue entonces cuando el hombre que bendijo las bombas atómicas se convirtió en un ferviente pacifista.





George Zabelka no fue el único hombre que se arrepintió por su participación en los bombardeos nucleares sobre Japón. El propio Robert Oppenheimer, director del 'Proyecto Manhattan' que permitió la creación de los artefactos atómicos, afirmó que se había convertido en un destructor de mundos. 




Tengo las manos manchadas de sangre, le confesó al presidente Truman la primera vez que se encontraron. Joseph Rotblat, otro de los físicos que trabajó en la bomba, emprendió una cruzada por la erradicación de las estas armas que le valió el Premio Nobel de la Paz en 1995. 




Robert Wilson, otro de sus colegas en aquellos días, reconoció que habían hecho una cosa terrible. El propio Einstein, que ayudó a convencer al presidente Roosevelt para que impulsara el proyecto nuclear, advirtió tras la guerra de las consecuencias de continuar con las pruebas atómicas. Todos ellos habían contribuido a la creación de la bomba, pero ninguno cargaba con la responsabilidad moral de haberla bendecido.





En 1984, el padre Zabelka viajó a Japón para hacer una peregrinación desde Tokyo a Hiroshima. El hombre que bendijo las bombas volvía para pedir perdón a los 'hibakushas', los japoneses supervivientes de los bombardeos nucleares. Durante la guerra, ni uno solo de sus sermones había condenado la muerte de civiles en los raids aéreos impulsados por los altos mandos estadounidenses. Cuarenta años después pedía perdón por mí, por mi país y por mi iglesia.












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