Entre el XIX y las primeras décadas del siglo XX, el coche eléctricos dominaban el mercado de sus competidores como el de gasolina o el coche a vapor ya que cada uno tenia fallas que lo hacían un poco difícil de utilizar como por ejemplo en el de vapor se tenían que calentar casi una hora para poder arrancar en época de invierno, o los de gasolina que los primeros coches de gasolina eran muy contaminantes, sucios, ruidosos.
Requerían bencina o gasolina (no era fácil comprarla al principio), había que cambiar de marcha muy rudimentariamente, había que arrancarlos con manivela y en cualquier lugar eran susceptibles de fallar. Aunque eso acabó cambiando… un poco.
Así que el coche eléctrico triunfaba por su simplicidad, fiabilidad, suavidad de marcha, sin cambio de marchas ni manivela, no hacían ruido, eran veloces, y su coste era soportable para la burguesía y las clases altas, los primeros usuarios de automóviles.
Superaban por 10 a 1 a los de gasolina. Los coches eléctricos a menudo se vendían como vehículos apropiados para las mujeres de los conductores debido a su facilidad de operación; de hecho, los primeros coches eléctricos estaban algo estigmatizados por la percepción de que eran coches para mujeres, lo que llevó a algunas empresas a colocar radiadores en la parte delantera para disfrazar el sistema de propulsión del vehículo.
Pero después de disfrutar el éxito a comienzos del siglo XX, el coche eléctrico comenzó a perder posiciones en el mercado del automóvil. Una serie de acontecimientos contribuyeron a esta situación. Para la década de 1920, una infraestructura vial mejorada requería de vehículos con un rango mayor que el ofrecido por los coches eléctricos. El descubrimiento en todo el mundo de grandes reservas de petróleo conllevaron una amplia disponibilidad de la gasolina, haciendo a estos coches más baratos de operar a través de largas distancias. Los coches eléctricos estaban limitados para el uso urbano por su velocidad lenta.
Los vehículos de gasolina se convirtieron en coches cada vez más fácil de manejar gracias a la invención del motor de arranque eléctrico por Charles Kettering en 1912, que eliminó la necesidad de una manivela para el arranque del motor, y el ruido emitido por estos coches se hizo más llevadero gracias a la utilización del silenciador, que Hiram Percy Maxim había inventado en 1897. Por último, el inicio de la producción en masa de vehículos propulsados por gasolina por Henry Ford redujo drásticamente su precio. Por el contrario, el precio de vehículos eléctricos siguió aumentando; en 1912, un coche eléctrico se vendía por casi el doble del precio de un coche de gasolina.
Pero a partir de la década de 1920, los días de apogeo de los coches eléctricos habían pasado, y una década más tarde, la industria del automóvil eléctrico había desaparecido realmente. Hasta que finalmente parece volver a resurgir en nuestra época...
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